lunes, 27 de agosto de 2012

Expresionismo


 Se desarrolló en Alemania entre 1910 y 1933. La llegada del Nacionalismo al poder alrededor de esos años marcó el fin de la vanguardia y los artistas que simpatizaban con ésta fueron perseguidos.
El expresionismo nació, en principio, como manifestación de dos grupos de pintores: “El Puente” y “El jinete azul”. Wasili Kandinski y Paul Klee representan ese máximo de intensidad del color que caracteriza a la corriente, y que reconoce su antecedente en las telas de Van Gogh. Como la vencindad de las palabras invita irremediablemente a ello, el Expresionismo suele definirse en comparación con el Impresionismo. Este es, todavía, un arte figurativo: reproduce sensaciones ópticas aunque la visión no tenga la nitidez propia del arte clásico. El Expresionismo supone un paso más: se independiza de la realidad y, si toma sus materiales, los convierte en sustancia animada, construida y patética. La intensión es, precisamente, obtener de las cosas un grado máximo de “expresividad”. En el plano de la Literatura, esta vanguardia guarda alguna relación con el gótico y el barroco (estilos de extrema tensión y ansiedad comunicativa) y con el “Stum und Drang” el romanticismo inicial en las letras alemanas, caracterizado por la vehemencia y la inmoderación.
El expresionismo tiene un gusto sado-masoquista por lo catastrófico. En base a esto, no es de extrañar que la preocupación de la poesía expresionista haya sido la Primera Guerra Mundial. Pero el movimiento también se vio reflejado en la narrativa y no es ajeno a su influencia ninguno de los grandes novelistas en lengua alemana del período (por ejemplo Kafka).

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