Desenvuelto con
posterioridad al fin de la Segunda Guerra Mundial, entre 1945 y 1948, fue el
último extremo a que pudo llegar la orientación negativa iniciada en la lucha
de Tristán Tzará contra todo lo que existe (Dadaísmo). En esta corriente,
fundada en París por el rumano Isidoro Isou, se descarta ya a la palabra como
elemento poético, para pasar a la letra. De los morfemas, pues, a los fonemas;
quitando así al lenguaje toda posibilidad “referencial”. Algo similar a esta
experiencia fue el concretismo en la poesía brasileña: Decio Pignatari, Haroldo
de Campos y Ronaldo Azevedo ya no creían en el verso como unidad rítmica o
formal; todo se centraba, para ellos, en el espacio gráfico de modo que el
movimiento regresaba a los ya antiguos “caligramas”.
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